domingo, mayo 13, 2012

¿Juzgando por juzgar?


Hoy decidí escribir una historia que, por razones bastante profundas e inexplicables,  no he sido capaz de platicar, si no por el contrario, me ha llevado a un interminable hoyo de emociones que realmente no me ha gustado experimentar. Por eso es que decido escribirlo antes que hablarlo.


He preferido ser de otro modo valiente;  externando éste  nudo que hace años tengo atorado en la garganta, que se ha aferrado a mí. Y… ¿Como lo voy a hacer? Por medio de papel y computadora. 

Quisiera que te tomaras el tiempo de leerme, de conocerme un poco mas, de no solo estar conectados por medio de un blog, y que mis renglones, aunque no vacíos, dicen poco de mi persona y menos aún de mi historia de vida.

Y bien… ésta historia comienza a mis 15 años…

Cuando mi vida ha tomado otro camino, he dejado de ser una chica de secundaria para convertirme en una preparatoriana;  siempre con una vida por delante, llena de alegrías, problemas, disgustos, sonrisas, travesuras; que en esos tiempos  son situaciones cualquiera  que tal vez te marquen o tal vez no.

Y mira como es el destino de caprichoso, tan caprichoso que me marcó y no precisamente para bien. Esto al encontrarme con dos chicos de mi secundaria, el chico llamado Emanuel iba en mi salón, la chica Pilar cursaba sus clases en el salón vecino.

Emanuel era un tipo que no me caía bien, siempre molestándome, haciéndome la vida difícil; por otro lado, Pilar una chica que era mi amiga, era ahora gran amiga de Emanuel, tan amigos que decidieron entrar a esa escuela juntos. Estando ahí, en la misma prepa, teniendo que verlos todos los días y soportar las bromas pesadas de Emanuel, comprenderás que no era facil para mí. Hasta que un buen día Pilar decidió juntarnos para que arreglaramos nuestras diferencias, de esa platica yo gané dos buenos amigos, amigos inseparables; de esos que se llaman hermanos escogidos.

A partir de ahí comenzamos una amistad inseparable, a todos lados íbamos los 3, siempre riéndonos hasta de los problemas.  Mas que la secundaria, mis tiempos inolvidables fueron los de la prepa porque,  a mi parecer, éramos realmente felices.

Vaya que fue dura la caída de la nube en que viajábamos los 3, principalmente Pilar y yo. Cuando recibí una llamada por la mañana de ella, dudosa, impactada, misteriosa y al darme la noticia, la comprendí, llegó a mí una mescolanza de sentiemientos encontrados. La noticia que sin duda cambió el rumbo de nuestras vidas fue que Emanuel había fallecido. Y no por circunstancias naturales, sino porque que él tomó la decisión de quitarse la vida.

Un choque muy fuerte para nosotras que todavía eramos unas niñas que no sabían prácticamente nada de la vida. Dicen que una persona comienza a ser consciente de lo que significa la muerte a partir de los 17 o 18 años, pero a nosotras nos llegó esa madurez a los 16 años.


Conviví 1 año con él pero fue suficiente para experimentar un dolor muy profundo e inexplicable. Fueron días muy duros para nosotras, que nos enfrentamos a vivir el mismo ambiente escolar, pero ahora, sin Emanuel. El que los profesores te señalen por ser amiga del que se mató, no es agradable. El que su misma familia nos preguntara que pasó, que fue lo último que nos dijo, verlos totalmente acabados y con tantas preguntas, fueron situaciones nada satisfactorias, que hasta ahora siguen afectando mi vida. Y sí, aquí aprendí el verdadero significado de la muerte.

Emanuel ahora sólo es un recuerdo y una huella muy marcada en mi vida. Es el fantasma que me ha perseguido desde entonces, no sabiendo cual es mi sentir hacia él, si de coraje, de dolor, de tristeza o que fue un buen recuerdo. En ocaciones me siento tan desesperada que siento que debería acercarme a un psicólogo porque a partir de ahí, la muerte es un tema que me llena de pánico, un tema del cual, simplemente no puedo hablar abiertamente.

No es que culpe al pasado de mi presente y menos de mi futuro, pero no he podido cerrar ese capítulo, simplemente no he podido darle vuelta a la página. Me siento totalmente impotente por no poder hacerlo.

Cuando pienso el tema me pregunto: ¿Qué fue tan grave para que Emanuel pensara que no había solución? ¿Por qué no pensó en nosotras, en su familia? ¿Por qué el ser tan egoísta consigo mismo?

Y ahora vive en mí una lucha de poderes: el no saber si agradecerle a Pilar por acercarme a Emanuel, o darle las gracias por su amistad y darme la vuelta para no verla mas, no sin antes decirle que desde ese momento en que platicamos los tres mi vida cambió para bien y después para sufrir lo que, a mi forma de ver, ha  sido lo peor de mi vida.

Decirle que gracias a ésta amistad “inseparable” dejé de ser la chica platicadora y amigable para convertirme en alguien totalmente apática principalmente ante nuevas amistades, alguien que no aguanta una mala broma,  que se ha vuelto totalmente despegada de la gente que no vale la pena, alguien a quien simplemente no le importa tener una amistad duradera con nadie. A no confiar, a ser una mujer hermética para el mundo, a estar temerosa de perder a alguien cercano a mí.

Pero hasta en el infierno hay diablos no tan malos, lo salvable de la situación es que me volví independiente, un poco más madura, selectiva con mis nuevas, aunque muy muy reducidas amistades, aprendí a escuchar los problemas de otros, a dar consejos, a procurar el bienestar de los que están a mi alrededor para tratar, en la medida de lo posible, que no vuelva a ocurrirme algo semejante. Me volví muy sensible, y lo más importante, a disfrutar de mi soledad como antes no lo hacía.

Pensarás que me ahogo en un vaso de agua, pero ¿Qué pasa cuando de pronto alguien muy querido ha tomado otro rumbo, un rumbo que tu afortunadamente todavía no puedes tomar…? ¿Has perdido a alguien tan importante? ¿Has conocido el proceso que se debe llevar a acabo para superarlo?

Concluyendo… No es para nada fácil perder a alguien y menos sabiendo que ese alguien decidió terminar con su vida. Para algunos es muy fácil señalarme por ser como soy, pero alguno de ellos se a puesto a pensar ¿Qué hay dentro de mi que me hace ser así? Sé que el que no habla, Dios no lo escucha, pero éste no es un tema que tenga que pasarme la vida platicando para que me entiendan.

Mientras para algunos ven éstas pérdidas como una oportunidad de negocio, para otros, un montón de sentimientos encontrados que, con toda seguridad te digo, va a dejar una huella inamovible en tu alma. Y fíjate las ironías de la vida… mi temor más grande es la muerte y el negocio de toda mi familia, aunque con diferentes sucursales, es fabricar ataúdes. Jajaja que vueltas da la vida.

Me queda decirte que, como mencioné al inicio del artículo, jamás había escrito algo referente al tema y mucho menos hablado, ésta se me hizo una buena ocasión; así que te agradecería de todo corazón que sólo leas y omitas dejarme un comentario, por mínimo que sea. Evidentemente es algo muy fuerte para mí y  me encantaría que sólo se quedara entre tú y yo…. Hasta luego, que tengas una buena semana.

Por: Diana Martínez

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