Desnuda,
a oscuras, sin ninguna protección, ¿Dónde está la luz?… ¿Doy un paso?, no sé que
hay a mi alrededor. Quizá un escalón, una pared, un hoyo o… nada.
Tengo
frío, no entiendo que hago aquí, en medio de la nada, o ¿de todo?... ¿Gritar?
De qué me servirá, no quisiera saber quien me pueda escuchar. ¿Llorar? No sé a
quien le importarán mis lamentos… ¿Caminar? ¡No! Temor siento ante la
incertidumbre de saber si alguien escuchará mis pasos…
Un
reflector se enciende a unos metros de mí, dándome de frente. Una luz blanca,
tan blanca, que lastima mis ojos. Y sobre el, comienza a dibujarse un ojo muy
grande, que cuando decide fijar su mirada, lo hace sobre mí. Una sonrisita y se acerca
lentamente, haciéndose cada vez más grande… ¡¡Haa!! Tengo que correr en sentido
contrario, alejándome de él.
¿Mi
ropa? A paso veloz voy recogiendo un vestido, después, un suéter. Adelante unos
zapatos.
Aparezco
en una calle, sola, y... ¿Las personas? No hay ruido, todo pasa lento… el cielo
parece tener una guerra entre el sol y las nubes grises, dando como resultado
un tono amarillo. Camino, lentamente por la calle solitaria… una cuadra, dos,
tres y… la risita otra vez… un payaso a mitad de la calle. Un personaje tétrico,
con una máscara blanca, los ojos dibujados y labios rojos muy grandes dibujando
una gran sonrisa, un pantalón de peto amarillento, debajo, una playera blanca
con líneas rojas terminando en unos impecables guantes blancos. Grandes y muy
llamativos encajes al final de sus ropas. Un detalle curioso, sus zapatos son
negros, como de un hombre común. De pie, justo donde inicio mi caminata.
Al
voltear a verlo, él sin dejar de sonreír, estira sus brazos, corro para que no
llegue a mí, periódicamente volteo y, como stop-motion, va tras de mi. Entre
más corro, más lentos son mis movimientos… unos metros más tarde, volteo y él
al no querer alcanzarme, estira sus brazos que se van haciendo cada vez más
largos hasta llegar a rodearme con ellos. Ante la impotencia de no poder
gritar, cierro mis ojos fuertemente… su risa la escucho cada vez menos.
Una
hacienda en ruinas, es el nuevo escenario, conocidos que me invitan a salir, yo
digo que no, hay algo que me guía a la mal conservada construcción. Pasto en
todos lados, una llovizna apenas notable, el cielo ahora completamente lleno de
nubes queriendo exprimir su exceso de agua. Bajo los arcos de concreto, una
banca, donde me espera un hombre bastante bien parecido, con cabello un tanto
largo y una gabardina oscura. Al verlo, me paralizo, comienzo a llorar, a
sentir una desesperación inmensa y sólo concibo hilar una pequeña oración:
“Todavía no”. Él con apenas una sonrisa dibujada en el rostro me dice “Sí, es
hora”. Con su poder sobrenatural me lleva hasta él, me toma de la mano y me
lleva a la parte trasera de la aún solitaria estructura.
Atrás,
un enorme patio, yo, al mirar mi cuerpo, luce en mi un vestido negro que cubre
mis zapatos. Al ver al misterioso hombre, mi acompañante, tiene un sombrero
negro que hace un juego perfecto con su vestimenta. Al hacer un delicado
movimiento con su mano izquierda, llegan a la pista de baile un puñado de
parejas, todas vestidas de negro, a
bailar una pieza bastante tranquila pero que, al mismo tiempo, te hace
estremecer.
El
elegante hombre me invita a bailar… uno, dos, tres pasos y comenzamos a flotar,
cada vez más alto. Las demás parejas voltean a darme el adiós, saben que mi
partida no tiene regreso. Doy vueltas y vueltas, él me hace sentir desesperación
y miedo… me está llevando irremediablemente al otro mundo y no me ha dado
oportunidad de despedirme de nadie…
Oscuridad,
otra vez… ya no estoy entre los vivos, ahora formo parte de otro mundo, uno al
que todavía no quiero pertenecer… ¿Dónde quedó mi familia, mis amigos, mis amores
perdidos? ¿Saben de lo ocurrido? Una silueta femenina, se acerca a mi, su
rostro, sustituido por una tela negra… su vestir no es uno común, me estremezco
al verla, ¿Viene a juzgarme por mis actos en el otro mundo, el de los vivos?
No me habla, sólo me rodea… ¡Habla! ¡Dime algo!... su serenidad termina con
mis ilusiones de volver a casa… me señala un pasillo que se ilumina tenuemente…
al caminar por ahí encuentro mis recuerdos, mis amigos, familiares, todos sin
decirme nada pero viéndome fijamente… tristeza, bastante tristeza. ¡No quiero
dejarlos! Entre más avanzo, el oxígeno se va terminando para mí… mis recuerdos materiales también se hacen
presentes… es el verdadero adiós… mi último amor es el que finalmente me lleva
al final del pasillo, dónde está un barranco al cual debo dejarme caer…
“Adiós,
hasta aquí puedo llegar”… suelta mi mano, me da un beso y… al dejarme caer… un tremendo brinco me hace
incorporarme.
Transpirando hasta el cansancio, mi respiración totalmente alterada, mi corazón más vivo que nunca… a mi lado, mi hermana, durmiendo tranquilamente…
Transpirando hasta el cansancio, mi respiración totalmente alterada, mi corazón más vivo que nunca… a mi lado, mi hermana, durmiendo tranquilamente…
¡Gracias por darme otra
oportunidad…!
Agradable compañero de lectura, espero que estas líneas sean de tu agrado... Un pedacito más de mi ser para ti... Feliz semana.
Por: Diana Martínez
Por: Diana Martínez
Me parece ¡Impresionante!; leer estas lineas resulta aun mas escalofriante que las palabras mismas dichas por ti. Como siempre, aunque no frecuentemente comento tus articulos, me encanto leerte como en ocasiones anteriores....
ResponderEliminarSophie.
Felicidades Diana!!!... Me llegó bastante tu narración, con excelente manejo de la descripción del escenario y el sentir de tu personaje en primera persona!!!... Quiero leer mas textos tuyos!!!... me encantó!!!... Felicidades!!!
ResponderEliminarPaul!! Es un honor para mi que te tomes el tiempo de leerme y aún mejor que te quedes con un buen sabor de boca... :)
EliminarGracias por tu comentario... Bonita semana!! :)
Sophie!! Que agradable sorpresa! Ves que mis sueños no son agradables jajajaja.
ResponderEliminarGracias por comentar, que bueno que te agradó... Buen inicio de semana!! :)